Caracas, 10 de octubre de 2014.- Más preocupados no podemos estar. Esa es la verdad. La proliferación de la violencia en Venezuela ha llegado a niveles insostenibles, tal parece que se ha escapado de las manos de los responsables de garantizar la justicia en Venezuela y la inseguridad dejó de ser una sensación para convertirse en una certeza.
Lo que aquí les comento no es nada extraño para quienes día a día conocemos sobre la realidad que nos rodea. Todos alguna vez, si no hemos sido víctimas del hampa, conocemos a algún amigo, familiar y hasta oímos en alguna cola una anécdota que implique un acto de violencia. Hay otros a quienes la burocracia los absorbió, se divorciaron de la realidad y se sienten intocables. Se sienten intocables porque creen que hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Por hacerse llamar herederos de un legado y ser parte del aparato burocrático del Estado, se consideran ajenos de todo lo que a su alrededor pasa, como si los escoltas y la seguridad privada fueran suficientes para evitar que algo les pase.
Pero la violencia no actúa así; una vez le dejan puertas libres, no discrimina y permea todos los espacios. La impunidad generada por su propia ineficiencia nos ha traído a esta indeseada situación. La injusticia como paradigma.
Sin embargo, los jerarcas del Gobierno están tan alejados de lo que ocurre verdaderamente en el país que, cuando la desafortunada violencia toca a algún personaje querido por el pueblo venezolano, lo primero que hacen es distinguir entre hampa común u otro “móvil”, como dicen en el argot policial. Pero en el caso de personeros del Gobierno, a quienes desafortunadamente también la violencia les ha tocado la puerta en 2014, se hacen señalamientos a priori que terminan escondiendo la verdad. No, señores del Gobierno, no se trata de ninguna fantástica hazaña que deben incluir para aderezar su narrativa de gesta. Se trata de la realidad que nos golpea día a día, sin distingo alguno por su irresponsabilidad de asumir las riendas de la lucha contra la impunidad y la inseguridad en Venezuela.
¿Cuándo el hampa se volvió “común” en Venezuela? ¿Vamos a permitir que eso se mantenga así por cuánto tiempo más?