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Julio Borges: China: el dragón que devora Hispanoamérica

Creado en Jueves, 22 Mayo 2025
Escrito por Julio Borges
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Julio Borges: China: el dragón que devora Hispanoamérica

Caracas, 22 de mayo de 2025.- En silencio, pero con paso firme, China ha dejado de ser un socio comercial más para convertirse en un actor geopolítico de primer orden en Hispanoamérica. Lo que comenzó como una estrategia de inversiones y acuerdos bilaterales se ha transformado en una penetración total que compromete infraestructuras críticas, recursos estratégicos y, sobre todo, la autonomía política de muchos países de la región.

La reciente apertura de Colombia a la influencia china es un hito que debe encender las alarmas. Hasta ahora, el país cafetero había sido uno de los pocos en mantener cierta prudencia ante el despliegue de poder blando del gigante asiático. Sin embargo, la presencia de su presidente en foros de alto nivel en Pekín, junto a otros líderes hispanoamericanos, marca un giro significativo. Ya no se trata sólo de Brasil o de los países más ideológicamente alineados con regímenes autoritarios; ahora también entran al tablero naciones que históricamente mantenían una mayor cercanía con el mundo occidental. De hecho, entre 2005 y 2020, la inversión extranjera directa (IED) de China en Hispanoamérica y el Caribe se multiplicó por más de 20, alcanzando los 163,6 mil millones de dólares, según datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

El avance de China en la región no es casual ni neutral. Es una estrategia milimétricamente diseñada que combina financiamiento, tecnología, infraestructuras, comercio e incluso cooperación militar. Su objetivo no es únicamente económico. China no es Suiza. El régimen de Xi Jinping lleva adelante un proyecto ideológico y político que busca redibujar el mapa de las alianzas globales, desplazando la hegemonía occidental mediante mecanismos no bélicos, pero igualmente expansivos. Un estudio del Atlantic Council reveló que los préstamos de bancos chinos a países de Hispanoamérica superaron los 140 mil millones de dólares entre 2005 y 2021, creando una dependencia financiera significativa en varios estados.

La narrativa es hábil: se ofrece inversión donde otros ofrecen condiciones; se promete cooperación donde otros exigen reformas; se habla de respeto a la soberanía donde otros reclaman valores democráticos. El resultado es una región cada vez más dependiente de Pekín, tanto en lo económico como en lo político. En algunos países, China financia megaproyectos estratégicos a cambio de recursos naturales; en otros, ya controla sectores críticos como la energía, los transportes o las telecomunicaciones. La deuda se acumula y, con ella, la capacidad de maniobra de los gobiernos disminuye. Por ejemplo, en Ecuador, las deudas con China representan una parte considerable de su deuda externa, otorgando a Pekín una influencia considerable sobre las políticas del país.

En este contexto, Occidente no puede quedarse cruzado de brazos. No se trata de responder con aislamiento o desprecio hacia Hispanoamérica, sino exactamente de lo contrario: de apostar decididamente por ella. La región no es un peón prescindible en la geopolítica global. Es un espacio cultural, humano y estratégico con un enorme potencial de crecimiento y transformación. Pero necesita ser mirada no como un problema, sino como una aliada.

La respuesta occidental debe ser una propuesta positiva. No basta con advertir sobre los riesgos del modelo autoritario chino; hay que ofrecer una alternativa creíble y atractiva: oportunidades reales de desarrollo, cooperación en democracia, inversión con transparencia y respeto a las instituciones. Hay que impulsar proyectos educativos, culturales y tecnológicos que fortalezcan el tejido social y productivo de la región. Y, sobre todo, hay que recuperar la confianza. Porque lo que está en juego no es solo el destino económico de Hispanoamérica, sino el equilibrio del mundo libre. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una mayor integración económica y cooperación con Occidente podría generar un aumento del PIB regional de hasta un 4,6 % en el mediano plazo.

China no ha llegado con intenciones inocentes. Su modelo político totalitario impregna sus relaciones exteriores. Detrás de cada contrato, de cada préstamo, de cada megaproyecto, hay una visión del mundo incompatible con la libertad, los derechos humanos y la democracia representativa. Su presencia creciente en países como Venezuela, Cuba o Nicaragua, donde coopera activamente en materia de seguridad y control social, no puede ser ignorada.

La región está siendo cortejada por una potencia que combina pragmatismo económico con una ambición imperial sin precedentes. El peligro no está en hacer negocios con China, sino en no entender el fondo ideológico de su propuesta. Cuando una nación entrega sus redes eléctricas, sus puertos, sus rutas ferroviarias o sus sistemas de vigilancia a empresas estatales chinas, lo que está comprometiendo es su soberanía. Un informe del Center for Strategic and International Studies (CSIS) advierte sobre los riesgos de la «diplomacia de la deuda» de China, donde la incapacidad de los países para pagar los préstamos podría traducirse en la cesión de activos estratégicos.

No se trata de demonizar a China, pero sí de dejar de ser ingenuos. La trampa del dragón consiste en disfrazar el control político con el ropaje del desarrollo económico. Hispanoamérica debe ser ayudada a liberarse de sus ataduras, no a cambiar de cadenas.

Este artículo salió publicado originalmente en El Debate https://www.eldebate.com/internacional/20250522/china-dragon-devora-hispanoamerica_298706.html 

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