Anzoátegui, 17 de mayo de 2024.- Mientras el gobierno negocia tras bastidores con el mismísimo imperio yanqui, como lo ha reconocido el propio Presidente, algunos oficialistas niegan con estridencia –casi con histeria- la posibilidad de una transición a la democracia en Venezuela, uno no sabe si lo hacen para sembrar desaliento en la población o para sabotearle una salida negociada y honorable a Nicolás Maduro. Además, negar la posibilidad de una transición es un reconocimiento tácito de la naturaleza autocrática del régimen, un contrasentido para un gobierno que procura mantener las formas democráticas en el ámbito internacional y es un esfuerzo inútil pues la maniobra no ha socavado el sentimiento de cambio instalado en el país como una “tendencia irreversible”. Por ello –pese a los deseos de quienes se aferran a sus privilegios y al poder- hay una posibilidad cierta de que se inicie en Venezuela una transición democrática, lo que está planteado hoy va mucho más allá de cambiar un presidente por otro. Al menos, esa es la aspiración de la inmensa mayoría del país.
Las experiencias democratizadoras que conocemos advierten que se trata de un proceso de altísima complejidad pues involucran una diversidad de actores, intereses y objetivos, muchas veces diametralmente opuestos que deben conciliarse con equilibrio, venciendo las tensiones que surgen frente a la necesidad de romper con el pasado autoritario y al propio tiempo, garantizar la viabilidad política del cambio, es decir, la estabilidad de la naciente democracia. Estas tensiones derivan en intensos debates y presión social, donde los extremos de lado y lado pueden exacerbar sus posiciones al abordar dilemas como amnistía versus justicia o asumir las polémicas e indispensables transformaciones institucionales y legales. Ya habrá tiempo profundizar sobre el asunto –algo que haremos en futuras entregas- por lo pronto, nos interesa destacar la fortuna de tener a un hombre como Edmundo González como capitán del barco.
En efecto, surge en el horizonte político de Venezuela una figura que habla con prudencia y alimenta la esperanza de un pueblo que anhela el cambio. La candidatura presidencial de Edmundo González Urrutia es mucho más que una promesa, es un compromiso, surge de un amplio consenso y por las circunstancias que la rodean, es también un reflejo del alma venezolana, resiliente y decidida a forjar un camino hacia la libertad.
Contrario a lo que algunos puedan pensar, Edmundo González tiene experiencia política y por su dilatada trayectoria diplomática, se presenta como un buen timonel para navegar las turbulentas aguas de la transición democrática. Su paciencia no es pasividad, sino una actitud cultivada y muy útil para unir a un país fragmentado. Sus habilidades de negociación son puentes que pueden conectar voluntades dispares, su talante reflexivo y su dominio prudente del lenguaje es un bálsamo que suaviza las asperezas de esta larga confrontación que hemos vivido y que tiene hastiado al país. Pero más allá de sus competencias técnicas y experiencia, hay que destacar sus cualidades humanas: quienes más lo conocen confirman lo que los venezolanos percibimos a simple vista: un hombre honorable, muy serio, de nobles sentimientos y con honda sensibilidad social. La pasión con que abraza la causa libertaria es afín a la emoción que palpita en cada ciudadano. Así, en Edmundo González hoy vemos reflejada la mejor versión de nosotros mismos.
Ahora, para llegar a la ansiada transición democrática, la primera estación son los comicios del 28 de julio. Como ciudadanos, tenemos un papel crucial en esta lucha. No somos meros espectadores, sino actores de un drama histórico donde cada voto es un verso que cada venezolano escribe en este poema a libertad, digno de Andrés Eloy Blanco. Reafirmar nuestro compromiso con la democracia es validar nuestra fe en nosotros mismos, en nuestro pueblo y en el futuro luminoso que merecemos. La Venezuela que soñamos más que un ideal; es una posibilidad tangible que se nutre de nuestras acciones diarias. Las generaciones futuras nos miran, esperando que seamos los arquitectos de esa nación donde la democracia no sea la retórica vacía del populismo, sino una realidad vívida.
Las elecciones serán una dura jornada, no hay espacio para el triunfalismo. Sabemos a qué nos enfrentamos, vienen tiempos difíciles y tampoco es momento para la ingenuidad, pero si para el optimismo. Vamos a ganar y en esta hora crucial, el valor del pueblo venezolano debe brillar con la fuerza de su historia. No en vano somos la patria de Bolívar, cuyo legado de lucha por la libertad nos inspira a seguir sus pasos. Edmundo para todo el mundo…Y que Dios bendiga a Venezuela!