Caracas, 26 de agosto de 2013.- Sí, “la corrupción está en todos los niveles”, la viveza caribe del venezolano e incluso el pasar un semáforo en rojo demuestra que no estamos muy dispuestos a jugar por las reglas. Pero hace tiempo dejó de importar cómo empezó. Lo que sí puede hacer la diferencia es saber por qué sucede, y principalmente cómo detenerlo.
Para que haya menos corrupción, hace falta que se castigue a los corruptos. Pero tampoco es nuevo que las instituciones se hagan a la vista gorda. Sin ir demasiado lejos, cuando se destapó la olla con RECADI, se hizo famoso el “chino de RECADI”, convirtiéndose casi en un ícono del chivo expiatorio para la corrupción en nuestro país. El gobierno del fallecido presidente llegó al poder bajo la promesa, radicalmente incumplida, de acabar con la corrupción. En lugar de eso, hemos sido testigos de cómo, durante casi 14 años este flagelo no ha hecho sino empeorar.
¿Razones? Regresamos a lo mismo, hace falta un castigo. Sin embargo no es tan fácil, hacen falta varias condiciones, que hasta ahora no ha habido gobierno que haya estado dispuesto a cumplir. La más importante, es que la justicia no es selectiva, no puedes castigar a los que resultaría conveniente, y obviar los que no. La justicia venezolana es un ejemplo muy claro de esto: todos los casos de corrupción que se han denunciado contra altos funcionarios oficialistas, con expedientes y gran cantidad de pruebas han sido desechados. No obstante, cualquier dirigente que resulta inconveniente para el gobierno, surge rápidamente un expediente y un dictamen expreso. El mensaje de las instituciones es claro, si estás bien enchufado, puedes comportarte como te plazca, sólo debes cuidarte de no convertirte en una molestia.
La reflexión termina siendo ética, sí hace falta una lucha contra la corrupción, pero esta debe ser una lucha sincera, para todos por igual. Necesitamos tolerancia cero, que se enseñe con el ejemplo, que caigan peces gordos, sólo así llegará el momento donde cualquier venezolano lo pensará varias veces antes de comerse el semáforo, o robarse un millardito.