Julio Borges: Los inmigrantes venezolanos golpean las puertas de Estados Unidos


Caracas, 28 de abril de 2022.- Go Nakamura es un fotógrafo de la agencia Reuters que ha dedicado su trabajo a comunicar con imágenes el desafío que significa para miles de personas atravesar pasos fronterizos peligrosos para acariciar el sueño americano.

En mayo del 2021 una fotografía suya le daría la vuelta al mundo: Un hombre espigado, joven, con ropa vieja y desfigurada, cruzaba el río Bravo que conecta a Estados Unidos y México con una anciana desnutrida en sus brazos.

Aquella escena que parecía sacada de una película de superhéroes no era más que la simbología de la desintegración de una nación y más allá de eso, de la deshumanización que produce un sistema cuando su propósito es socavar las libertades. Y es que esta anciana, que estaba prácticamente desmayada, era venezolana. Con 65 años había decidido emprender este riesgoso trayecto para escapar del infierno que representa la dictadura de Nicolás Maduro y reencontrarse con su familia.

La triste historia de esta venezolana ejemplifica muy bien el drama que se vive en esta región, donde se ha disparado el flujo de venezolanos que se moviliza con el propósito de ingresar a Estados Unidos. Según cifras de ACNUR, el número de venezolanos en tierras norteamericanas pasó de 256.000 en 2015 a 423.000 en 2019, una cifra que ha seguido subiendo durante la pandemia. Solamente por la frontera Sur se estima que entraron en 2021 al menos 100,000 venezolanos, un dato estremecedor si tomamos en cuenta que la pandemia del COVID-19 seguía en pleno apogeo.

En el mismo orden de ideas, la cantidad de detenciones de connacionales se ha disparado. Para el momento en que se escribe este artículo, 4.000 venezolanos permanecen en prisión en la frontera que comunica a México con Estados Unidos.

Las razones que han llevado a que muchos venezolanos opten por emigrar a Norteamérica son múltiples. La inestabilidad social, política y económica que atraviesa la región es una de ellas.

América Latina fue la región más impactada por la pandemia del COVID-19, la pobreza y la desigualdad crecieron a niveles nunca vistos, trayendo consigo desempleo y falta de oportunidades para todos, especialmente para los migrantes. Aunado a ello, los cambios políticos en países como Chile y Perú han propiciado mayores restricciones migratorias, y por ello, estos destinos han perdido el atractivo para miles de venezolanos que se encuentran indocumentados. Dicha tendencia se podría reforzar si esta ola de cambios políticos se extiende a Brasil y Colombia este año.

En tal sentido, pareciera que la migración venezolana no se ha desacelerado como intenta vender la dictadura de Maduro. Por el contrario, pareciera estar mutando y cambiando de rumbo; por lo que una realidad que hace unos años las autoridades norteamericanas observaba con binoculares, hoy está tocando su puerta con fuerza.

El Gobierno de Estados Unidos aprobó en 2021 el Estatus de Protección Temporal (TPS, en inglés), el cual ofrece permiso de residencia y de trabajo para los venezolanos por un plazo de hasta 18 meses. Una medida que celebramos, pues hasta ahora se estima que 220.000 venezolanos lo han solicitado, y el programa podría cobijar a 323.000.

Los visados, las restricciones fronterizas y hasta las sanciones severas como la cárcel para quienes incumplan leyes migratorias han demostrado en la práctica ser ineficaces para frenar los éxodos masivos. Solo incrementan el sufrimiento de quienes huyen, exponiéndolos a cruzar trayectos peligrosos controlados por organizaciones delictivas que sacan provecho de la vulnerabilidad de las personas, con el fin de engrosar sus rentas provenientes del narcotráfico, la minería ilegal, la trata de blancas, entre otros delitos.

Lamentablemente, por los vientos que soplan este drama humano seguirá profundizándose, debido a que la situación de Venezuela está lejos de mejorar. Las imágenes de recuperación que la dictadura y su aparato comunicacional mercadean a diestra y siniestra no son más que un burdo espejismo, una especie de burbuja hecha con dinero de la corrupción y el crimen organizado.

Una burbuja que la conforma una nueva clase económica incubada en dictadura, que desfila sus riquezas sin importar que en los hospitales mueran inocentes por falta de insumos. Su estilo de vida difiere mucho del 99% de los venezolanos que sufre y se refugia en la migración como única alternativa para sobrevivir al caos y al horror que representa Maduro y su cúpula.

El éxodo de venezolano solo se detendrá cuando en Venezuela renazca la democracia y con ello, se levanten los cimientos de una sociedad próspera, capaz de generar oportunidades para todos.

Con la dictadura de Maduro no hay forma de que existan las condiciones para un retorno seguro; por consiguiente, Estados Unidos como nación debe seguir presionando por un cambio político en el país que permita recobrar la institucionalidad democrática y el bienestar para nuestro pueblo. Unos 32 millones de venezolanos nos esperan en la puerta de la libertad, no los hagamos esperar más.

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