Julio Borges: Cuba, Venezuela y Colombia


Caracas, 24 de abril de 2022.- La expresión "la información es poder" parece no pasar de moda. Por el contrario, pareciera que toma nuevas dimensiones en un mundo político tan dinámico como en el que vivimos. Precisamente, previo a este conflicto en Ucrania, presenciamos una guerra de información de las partes en disputa. Por una parte, Occidente revelando con anticipación los planes de invasión de Rusia y, por otro, Moscú valiéndose de la contrainteligencia para predecir la reacción de Occidente a su operación militar.

El mundo de la inteligencia a veces se le relaciona con la ciencia ficción, pero no es tan así. Es una verdad, y tan verdad, que para algunos es un estilo de vida.

Enrique García, un ciudadano cubano, que formó parte de los servicios de inteligencia del régimen castrista, relató en varias entrevistas los enigmas que están detrás del trabajo de captación de información, sus implicaciones y su importancia para el sostenimiento de un proyecto político.

Para García el régimen cubano ha sobrevivido en parte a su sofisticado sistema de inteligencia, el cual posee antenas en prácticamente en todo el mundo y funciona como un motor recién aceitado que responde a instrucciones precisas sobre objetivos diseñados en los laboratorios habaneros.

García trabajó 11 años como oficial de la Dirección General de Inteligencia (DGI) del Ministerio del Interior de Cuba, fue enviado a cumplir “misiones diplomáticas” en varios países de la región. Es así como ejerció de Vicecónsul en Bolivia, representante de Comercio Exterior en Ecuador y diplomático en Chile.

Estas responsabilidades eran solo una fachada, pues el favor encomendado por los jefes de La Habana era otro. Debía penetrar los estamentos de las sociedades donde era enviado, estableciendo relaciones de confianza con instituciones del gobierno, órganos de seguridad, fuerzas armadas, partidos políticos, medios de comunicación, universidades, movimientos sociales y sindicatos, con el fin de sustraer información valiosa para los intereses geopolíticos de la isla, que no eran otros que la desestabilización de la democracia en el continente, la promoción de los valores de la Revolución Cubana y la conquista de adeptos y defensores a ultranza de las prácticas antidemocráticas que se esparcen en Cuba.

Son miles las historias como las de García que están regadas por el mundo. Agentes que desertan y con valentía cuentan los misterios de un sistema de vigilancia sin parangón en el mundo. La inteligencia cubana es heredera de la KGB, y tiene 60 años ensayando métodos de infiltración que se disfrazan de misiones médicas, manos solidarias, entrenadores deportivos y todo aquello que suene a hermandad.

Esta estrategia ha sido llevada cabo durante décadas en América Latina y se ha visto reforzada en los últimos años con la colonización de Venezuela por parte de Cuba, quien ejerce como el verdadero poder dictatorial en nuestro país, al controlar las decisiones más neurálgicas de Maduro y fungir como cerebro político del sistema de represión y control que adormece los sueños de libertad de la sociedad civil venezolana y de nuestros militares.

Todo este aparataje dictatorial cubano ya está instalado al interior de las instituciones de seguridad venezolanas, espiando no solo a los venezolanos que queremos recobrar la democracia, sino también a los países vecinos que se oponen abiertamente a los regímenes antidemocráticos.

Recientemente, la inteligencia colombiana capturó a un ciudadano venezolano que se hacía pasar por entrenador deportivo para desarrollar actividades de espionaje en instalaciones militares y policiales. El individuo, que era conocido como alias “Gato”, ingresó a Colombia en 2018 y desde entonces, estuvo en varias regiones del país camuflajeándose para sustraer información confidencial y sensible sobre la seguridad de Estado.

Las autoridades colombianas le incautaron fotografías de las instalaciones que visitó y prendas que correspondían a contrainteligencia militar de Venezuela. Además, se descubrió que el “Gato” fue entrenado en Cuba y era especialista en explosivos.

Con este ya son 10 agentes venezolanos que han sido capturados haciendo operaciones de inteligencia en Colombia en el último año. La sola presencia en el país de un agente de inteligencia con conocimiento en explosivos debe encender las alarmas no solo de las autoridades colombianas, sino de toda la región.

No son hechos aislados, forman parte de un patrón sistemático que tiene su centro de comando en La Habana y que posee vasos comunicantes muy claros en el hemisferio. No es exagerado decir que Maduro y Cuba se han empeñado en declararle la guerra a la democracia en América Latina.

Su propia supervivencia depende de crear focos de desestabilización y violencia en el continente, que desvíen la atención de sus masivas violaciones a los DDHH. Maduro y Cuba son un solo cuerpo interconectado, que solo concibe una región donde el germen autoritario crezca al punto de desbordarse en cada frontera, donde la desconfianza prive sobre la integración, donde las relaciones entre gobiernos se sostengan conforme a afinidades ideológicas y donde la democracia se extinga como sistema político.

En la consecución de este propósito, la inteligencia se convierte en el gancho por excelencia para perturbar la vida democrática de la región. Maduro destina millones de dólares en financiar este objetivo político, sin importar que en el país los venezolanos sufran a causa de una emergencia humanitaria.

Por eso me atrevo a decir que es injusto y hasta poco compresivo aquellos análisis que se producen diciendo que los venezolanos no hemos luchado lo suficiente por nuestro país. No se trata de una lucha más, es una batalla épica la que estamos librando. Estamos luchando contra un sistema que tiene más de medio siglo de experiencia en técnicas y prácticas dictatoriales, que tiene un modelo de vigilancia, control y seguimiento de la sociedad que ha sido probado y reprobado en Cuba hasta llegar a un punto de infalibilidad. No es una lucha solo contra Maduro, es una lucha contra un conglomerado dictatorial que tiene raíces muy profundas en la región y que amenaza con borrar la democracia de América.

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