Adriana D'Elía: Oportunidades e igualdad para las venezolanas


Caracas, 01 de marzo de 2018.- “El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder Público, de conformidad con esta Constitución, con los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la República y con las leyes que los desarrollen”, así se lee en el Artículo 19 de nuestra Carta Magna.

Un dicho popular dice que el papel aguanta todo y lamentablemente, en manos del actual gobierno, nuestra Constitución se ha convertido en letra muerta.

El respeto a los derechos humanos de los venezolanos está muy lejos de ser una realidad, más bien vemos cómo a diario son vulnerados y son nuestras mujeres las que llevan la peor parte, con lo que, además, también se incumple el artículo 21 de la Constitución, según el cual “todas las personas son iguales ante la ley”.

Son diversos los ámbitos en los que se manifiesta la desigualdad de género, la ocupación de ciertos cargos tanto en la empresa privada como en el sector público y la remuneración son algunos de ellos, pero la falta de igualdad se observa incluso en aspectos tan fundamentales como la alimentación.

Puede parecer insólito pero cifras mundiales, latinoamericanas y también locales así lo demuestran. En casi el 66 por ciento de los países las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de sufrir inseguridad alimentaria. Son las mujeres y las niñas las más afectadas cuando por alguna razón disminuye la cantidad de alimentos en la mesa familiar. Pues suelen ser ellas las que consumen menos alimentos nutritivos para garantizarlos a los demás.

Refresquemos los datos del informe de Mujeres al límite de finales de 2017: De cada 100 niños con retardo en el crecimiento por déficit nutricional crónico, 53 fueron niñas y 47 fueron niños. En ese mismo sentido, según  Cáritas hasta en un 80% de los hogares se ha disminuido el consumo y variedad de los alimentos, y es la mujer la que deja de comer en el 60% de los estos.

En nuestra Venezuela, mes a mes, para nuestro pueblo se hace más difícil acceder a los alimentos. Su precio sufre una carrera ascendente desenfrenada, cada vez más distante de los ingresos.

La cantidad, variedad y calidad de los alimentos que se colocan en la mesa de los venezolanos se ha deteriorado de forma alarmante debido a la escasez y la hiperinflación.

La desnutrición sigue creciendo y pone en riesgo la vida de nuestro pueblo, que se encuentra en modo supervivencia.

Según la encuesta ENCOVI, cuyos resultados se dieron a conocer la semana pasada, más del 60 por ciento de los venezolanos reconoce acostarse con hambre por no tener dinero para comprar alimentos. En total 80 por ciento de los hogares presenta una situación de inseguridad alimentaria.

Según la ONU -en su informe Convirtiendo promesas en oportunidades: la igualdad de género en la agenda 2030 para el desarrollo sostenible-, en Venezuela 33,01 por ciento de las mujeres padece inseguridad alimentaria moderada o severa, en comparación del 30,89 por ciento de los hombres, una brecha de 2,12 por ciento.

Las mujeres ganan menos que los hombres, son las que destinan más tiempo a tareas no remuneradas, como es el caso de los cuidados domésticos y tienen menos posibilidades de acceder al mercado laboral.

Ante esta situación no se espera una respuesta proteccionista, de lo que se trata es de generar las condiciones para que las mujeres tengan la oportunidad de contribuir con la búsqueda de alternativas para que ellas y sus familias salgan adelante.

En Venezuela las mujeres pasan interminables horas en colas y peregrinando en búsqueda de alimentos y productos básicos. Además las tareas más cotidianas, como lavar o cocinar se convierten en grandes retos por la falta de agua y gas, por poner tan solo dos ejemplos. ¿Cuál es el tiempo entonces que pueden destinar al trabajo? ¿De tenerlo cuál es la calidad de ese tiempo? Al final, eso repercute en sus posibilidades de obtener y mantener un empleo de calidad.

Mencionamos en una entrega anterior que, según estudios del Banco de Desarrollo de América Latina, incorporar a las mujeres masivamente al sector productivo, pudiera aumentar en 34 por ciento el crecimiento de la región, lo que es respaldado por la ONU.

Según este organismo, que las mujeres accedan al mercado laboral sería un avance en lo que a igualdad se refiere pero también tendría un impacto positivo en la economía.

Entre las recomendaciones de la ONU está la necesidad de políticas integradas para generar sinergias que apunten a lograr la igualdad de género lo que, a su vez, es un factor que coadyuvaría en el cumplimiento de la agenda 2030.

Según el organismo si las mujeres tienen posibilidades de disminuir su carga de trabajo no remunerado pueden acceder a oportunidades de empleo.  Pero la solución a todo problema pasa por la necesidad de dimensionarlo, por lo que una de las recomendaciones es contar con estadísticas adecuadas, lo que también puede contribuir con la rendición de cuentas de quienes tienen en sus manos responsabilidades asociadas con el logro de la igualdad de género.

Lo que se necesita es voluntad. Hay que pasar del discurso a la acción y eso requiere un trabajo conjunto de los distintos niveles de la administración pública, el sector privado y la sociedad civil. Pero ya sabemos que en manos de este régimen que nos destruye no habrá ninguna solución.

Por eso debemos rescatar la democracia para crear un ambiente en el que se respeten las leyes y surjan las condiciones económicas necesarias para que los venezolanos podamos recuperar la calidad de vida de nuestro pueblo y reconstruir al país.

Hay que tomar conciencia de la importancia de que cada venezolana y venezolano se convierta en parte de la solución. Cada esfuerzo cuenta y hay que asumirlo en primera persona.

Tendamos la mano a nuestras mujeres, para que puedan desarrollar sus capacidades y contribuir con la reconstrucción de sus vidas, la de sus familias, sus comunidades y el país. ¡Pero cuidado! Dar la mano no es recurrir a dádivas, de lo que estamos hablando es de ofrecer herramientas, condiciones y oportunidades para el progreso.

Mirando a los ojos de las niñas, las mujeres y las abuelas de nuestro país se encuentra un tesoro. Es verdad que la tristeza está allí, pero no está sola, la acompañan un inmenso amor por su familia y una fuerza única para sobreponerse a las situaciones más difíciles.

Me siento profundamente orgullosa de ser mujer y de ser venezolana y estoy convencida de que apuntalando el desarrollo de nuestras mujeres estaremos colocando los cimientos para la recuperación de nuestra amada Venezuela.

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