Lucio Herrera: La fuerza del verbo


Carabobo, 16 de febrero de 2018.- Su mirada se fijó en mis ojos. Esa joven madre solo buscaba respuestas. Un gesto que le indicara que no todo estaba perdido. ¿Qué va a pasar aquí? preguntó. Tú que te la pasas escribiendo, dime…  A ella dedico estas líneas.

Sé que las grandes transformaciones de la humanidad han sido realizadas en la superación de escenarios desfavorables en los que los actores, con actitud de alcance y conquista, fueron capaces de escalar los muros que las dificultades levantaban.

Creo firmemente que la nuestra es una empresa superior que requiere, mas allá de la intención, la convicción profunda, individual y colectiva, visualizada en imágenes y proclamada en palabras, de que es posible realizarla.

El venezolano se ha acostumbrado a vivir su propio guión. Somos permanentes creadores de un libreto del desastre y ello ha sido parte de nosotros mucho antes de la insurgencia de este modelo político devastador. Nuestra narrativa se volvió tragedia. Y las palabras, mucho más si se trata de verbo popular, son muy poderosas, para bien o para mal, para trasformar en positivo o para materializar la destrucción. No somos capaces de ver lo bueno que puede haber en cada propuesta. Desconfiamos y atacamos. Mientras en las alturas del poder corrompido se frotan las manos.

Hay quienes dicen que no existen condiciones para el cambio. Que debemos exigir y luchar para lograrlas. Algunos lo vemos diferente. Creemos que las condiciones sí están dadas. Tres de cada cuatro venezolanos queremos cambiar para bien. La inmensa mayoría anhelamos vivir mejor, superar la larga y tormentosa tragedia en la que nos han sumergido para reencontrarnos con nuestro destino. Ser un país de oportunidades, merecedor de un futuro promisor para ésta y las futuras generaciones. Ello es posible. Nunca antes fuimos una mayoría social tan amplia. La tarea es convertirla es propuesta de transformación, que sea creíble e inspiradora.

No necesitamos condiciones para comunicarnos, para entendernos, para acudir juntos a un lugar común, a un punto de encuentro. Si hacemos un esfuerzo y bajamos el volumen de los gritos, la estridencia del reclamo, las ráfagas de la imputación, podremos escucharnos. Hay una combinación clave para abrir la caja fuerte que guarda nuestra redención: Liderazgo para orientar, disposición para comunicarnos, unidad para actuar.

Para ello no hacen falta condiciones especiales. Ni establecer mediadores o facilitadores para un diálogo nacional. Lo que se impone es una nueva actitud, de reconocimiento y respeto entre nosotros, de solidaridad y humildad para que podamos unirnos en la diversidad. Entender que nuestro propio diálogo es plural dentro de la unidad de la nación.

Solo así podremos reencontramos con el espíritu nacional que nos permitió avanzar y lograr victorias memorables en 2007 y 2015. Con desprendimiento y renuncia, colocando los grandes objetivos del país por encima de agendas particulares e intereses grupales.

La cohesión es posible rehabilitando el músculo venezolano lesionado. Solo falta creerlo, dejar el lamento paralizante, desafiarnos nosotros mismos con la meta realizable. Yo no quiero perdérmelo, quiero ser parte, despertar a mi mujer en la noche y contarle mi sueño. Ese que tú compartes conmigo. Ese que me permite ver el nuevo amanecer de Venezuela.

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