Ángel Medina: Los hijos de la crisis


Caracas, 05 de noviembre de 2015.- La crisis que padece nuestra nación esta comenzando a generar sus frutos. La desestructuración social provocada por el intento de instalar un modelo político tergiversó todos los modelos de relaciones sociales, políticas y económicas que, hasta muy poco, servían de marco para la actuación social. 

Esta crisis nace principalmente por los intentos recurrentes de autodestruir la instituciones; desde el poder se apeló a redefinir, renombrar, eliminar o transformar casi todas las instituciones, llevándolas hoy a un estado donde nada se ha terminado de cambiar y tampoco de construir pero sin que esto signifique, para nada, una transición o cambio de paradigma; simplemente, son las ruinas de lo que fue y el proyecto de lo que quiso ser.

En ese estado de cosas, quedo nuestra sociedad a la deriva, con muy pocos referentes y, sobre todo, con la imposibilidad de ubicar fácilmente las reglas de juego claras y compartidas por todos. Es así como se comenzaron a estructurar micro mundos para cada cosa; cada sector económico comenzó a crear sus particulares formas y maneras, contribuyendo de manera definitiva a la atomizacion de nuestra economia.

Pero, es precisamente esa crisis de referentes, la que obligó a muchísimos sectores a reinventarse o, en gran parte de los casos, aprender a sortear dificultades y adaptarse a los constantes cambios sin perder de vista su esencia, objetivo y tareas. Obligó a entender que la discrecionalidad es la regla y que el cambio constante la norma, que con poco se debe hacer mucho y, en tantos casos, que con nada se debe hacer algo. De un día para otro pasamos de ser importadores de todo y creadores de poco a la sequía de inventarios y la presión de sostenerse.

Esta crisis, que se profundizó de golpe, nos obligó a intentar caminos alternativos y es así como hoy miles de emprendedores toman por asalto los micromundos que se han creado, con inventiva, esfuerzo y una presión por subsistir; a un costado de la crisis, emergen tantos nuevos productos, servicios, marcas, sistemas y conocimiento con la marca Hecho en Venezuela. Son principalmente jóvenes profesionales que, frente a tantas trabas y limitaciones, han decidido innovar y presentar sus productos en un mercado que tiene muy poco o nada que ofrecer. Los estantes de los supermercados y abastos hoy se llenan con productor artesanales, en etapa de industrialización y que plantean nuevas propuestas que están siendo aceptadas por la gente, las pequeñas oficinas caseras hoy son centros de servicios, de creación de sistemas y software, de trabajos profesionales que califican en calidad y potencialidad frente a tantos grandes y tradicionales.

Este es precisamente la otra cara de la crisis, la que impulsa a superar obstáculos y crea, desde la necesidad, nuevos espacios y, por qué no, nuevos mercados. Es la otra cara que apenas comienza a verse y a sentirse, a la cual todavía le queda mucho camino que andar, muchos retos por delante, solventar el problema de la competitividad de precios, la calidad y certificación de los productos, distribución y mercadeo de lo que se hace; todavía, está incipiente esta nueva etapa de creadores y emprendedores que vieron en la crisis una oportunidad, pero que sin duda, forman parte de la Venezuela que se resiste a la autodestrucción.

Estos emprendedores son quienes más se necesitan en una nueva etapa de cambios y, sobre todo, son los verdaderos hijos de este padecer; tiene el riesgo y las condiciones para afrontar la enorme tarea de superar la crisis y meter a nuestra nación en el Siglo XXI.

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