Ángel Medina: Los peores síntomas del modelo chavista y cómo corregirlos


Caracas, 05 de febrero de 2015.-  Muy lejos quedó aquella imagen del médico de la comunidad, del maestro, del policía, del militar, como ejemplos, como labores concientizadoras y constructoras de la nación, por el contrario, la medida de nuestro éxito está hoy presente en el número de carros, bienes, viajes y costo de la ropa o celular que tienes, en la cantidad de dinero que luces.

Una de las razones que niegan la existencia de un verdadero modelo político socialista en nuestro país está en la forma como los ciudadanos poco a poco hemos venido transformando nuestros valores, nuestros esquemas de vida y de pacto social. La idea de una sociedad donde el hombre actúa de forma justa, en la que su riqueza se distribuye equilibradamente, en la cual quien más tiene más aporta y. por supuesto, donde se respeta y fortalece las instituciones, no es de ninguna forma, el modelo que vemos día a día en nuestras calles, en nuestras vidas como venezolanos. Muy lejos estén el mar de la felicidad y la Venezuela de todos que tanto ofrecieron, muy lejos están el modelo de justicia social y redención de los excluidos. Por el contrario, muy cerca tenemos la profunda ironía de ser un ciudadano que no ejerce (porque no puede) su ciudadanía dentro de un régimen  llamado “revolucionario”.

Y es que nuestros referentes se han trastocado, los han trastocado. Nos hemos transformado como sociedad, por un lado para ser hombres y mujeres más politizados y (espero) conscientes de que convivimos con un modelo que mucho le falta por andar; pero por el otro, también hemos dejado en el olvido aquellas ideas que nuestras joven democracia nos incrustó en la conciencia. Hoy lamentablemente somos un país donde nuestro valor como persona reside en lo que tienes y no en quien eres.

Muy lejos quedó aquella imagen del médico de la comunidad, del maestro, del policía, del militar, como ejemplos, como labores concientizadoras y constructoras de la nación, por el contrario, la medida de nuestro éxito está hoy presente en el número de carros, bienes, viajes y costo de la ropa o celular que tienes, en la cantidad de dinero que luces.

Venezuela es un país que ha perdido su afán de saber, porque simplemente el estudiar no genera status, ser profesional no brinda una real oportunidad de crecer, leer libros no te hace más poderoso, mucho menos más influyente. Pocas veces escuchamos eso de que la única herencia que le dejo a mis hijos son sus estudios y la cruel verdad de esta situación está en el desprecio que desde el poder se le otorga al saber. Hasta un proyecto de Ley del Conocimiento está en la Asamblea Nacional y habla sobre el modelo educativo burgués, malpone la instrucción formal y alaba el saber como un asunto que llega por experiencia. Ciertamente la universidad de la vida ayuda a crecer, pero equipararla a la educación formal es una intención fuera de lugar y desproporcionada.

Hoy somos el país de los “CONTACTOS”, aquel que permite que cada derecho que se pretenda ejercer choque con el muro de contención que significa la discrecionalidad. Donde cada ejercicio pleno de ciudadanía se vea como simple espejismo que se diluye al enfrentarse al acceso de un servicio público o privado, en el cual, todo se resuelve entre amigos, donde poco importan los procedimientos o reglas escritas, porque al final se imponen las normas no escritas.

La viveza criolla nos hacer ser más venezolanos, pero hacer de ella una costumbre general, una marca para cada paso que damos en nuestro devenir como hombres y mujeres de esta patria, nos aleja del compromiso de la justicia, nos pone bajo la regla del más poderoso y obliga a actuar al margen de nuestro supuesto acuerdo social.

Ni hablar de nuestra justicia, que aunque nunca fue del todo justa, toda esta bonanza y andanada de discursos dizque revolucionarios no avanzó en construir algo de verdad distinto. se perpetúa el concepto de que si tienes dinero o influencia no te toca la justicia, pero basta que seas pobre y sin amigos fuertes, para que sientas el verdadero peso de la ley.

No por nada nuestras cárceles hoy están repletas de hombres jóvenes, provenientes de familias desestructuradas, con muy baja instrucción, pero sobre todo POBRES. La impunidad hoy es reina y ni balanceado ni ciego es nuestro sistema.

Es posible que cambiar este modelo sin sentido en el que vivimos (o sobrevivimos) implique atacar de manera estructural a nuestra sociedad, proponga un reto mayor que solo podremos lograr con lo mejor de nuestra nación en cada área. Pero si con algo podemos comenzar es propiciando un nuevo modelaje de quienes tenemos responsabilidades públicas, ser ejemplo no es una mera postura, implica algo mucho más profundo, que genera un impacto muy grande en la sociedad.

Impulsar un cambio de modelo político también habla de impulsar y proponer un nuevo sentido del dirigir y ser figura, porque cada frase de odio o división que se da en boca de un hombre de poder, se multiplica, se hace acción y expresión. Cada forma grotesca, cada insulto, cada gesto, sí importa y muchísimo en el ejercicio del poder, porque de ellos se toma el hombre o mujer que sigue, escucha o acepta las reglas, para hacerlos su modo y costumbre.

Me niego a aceptar que este sea el hombre nuevo que nos ofrecieron, me niego a que la exclusión de muchos sirva como alimento para la inclusión de pocos, resisto ante la pretensión de llenar de frases célebres y discursos históricos la realidad terrible de la sociedad que vivo. Por más que se diga o haga, esta Venezuela ha cambiado para mal y el reto es rescatar lo bueno y construir progreso.

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