Armando Briquet: Elecciones en el vecindario


Caracas, 31 de agosto de 2014.- No basta sentirse el mejor candidato para ganar una elección. La gente tiene que identificarlo así. Por eso es vital definir en qué terreno se quiere jugar. Se necesita demostrar capacidad para resolver los problemas y esto está intrínsecamente vinculado al momento que se vive. Brasil no está siendo una excepción.

A la luz de las elecciones de nuestro gigante vecino vale reflexionar ¿qué cambió en ese país las últimas dos semanas? Cualquier análisis desapasionado que se hiciera antes de la muerte de Eduardo Campos daba como desenlace una clara reelección de Dilma Rousseff. Se preveía una segunda vuelta pero no una derrota electoral de la actual presidenta. Sin embargo, desde que Marina Silva es candidata todo ha cambiado; a tal punto que esta semana se conocieron encuestas que hacen incierta la reelección presidencial. Veamos un poco el porqué de esta situación.

El PT tiene ya doce años en el gobierno. A los cuatro años de Rousseff debemos sumar los ocho años de Lula. Su campaña estaba basada en un argumento que no es ajeno a los venezolanos "debemos preservar las conquistas" originando permanentes contrastes entre "el pasado vs. el presente". En ese terreno, Dilma lucía imbatible. Los demás candidatos no parecían estar logrando imponer una dinámica distinta a pesar de que la economía está detenida luego de años de crecimiento y que en las protestas de junio de 2013 se evidenció un descontento que pide ser entendido y atendido por las autoridades. En cualquier caso, estábamos frente a una campaña de contenidos donde la Presidenta lograba imponer su visión.

Pero Marina Silva no viene del pasado sino más bien defiende políticas progresistas y de futuro como el tema ambiental. Comparte con Dilma el haber sido ministras de Lula y su militancia en la izquierda. Marina, también es mujer con el añadido de ser de piel oscura, origen humilde y de religión evangélica. Alfabetizada a los 16 años logró superar las barreras que impone la pobreza al punto de poseer títulos universitarios.

Por eso las banderas que levantaba Dilma ya no le son exclusivas. No hay temor al abandono de la agenda social y mucho menos de la vuelta al pasado. Dejó de ser una elección de propuestas o modelos para dar un giro y convertirse en una batalla en términos de personalidad. Y en ese enfoque, las cosas están resultando ser distintas.

Las reglas de campaña le dan a Dilma más espacios de TV gratuita para colocar sus mensajes. Veamos cómo los utiliza y qué determina el elector. Aún falta mucha tela que cortar, pero el patrón que se está marcando sin duda nos evidencia que estamos frente a un proceso electoral interesante y de profunda importancia para Venezuela.

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