Armando Briquet: Aprendiendo del vecindario


Caracas, 15 de junio de 2014.- Comenzó el Mundial de Fútbol! Y todos nos contagiamos con la fiebre de la Copa. Pero en este caso, no podemos dejar de pensar en el contexto, en el polémico Brasil, ese que hace un año vio sus calles repletas de manifestantes reclamando los gastos incurridos como país anfitrión. Dinero que podía ser invertido en educación, salud, o seguridad.

Y si bien las manifestaciones masivas desaparecieron, no es menos cierto que los diferentes niveles de gobierno han tenido que vivir con el fantasma de la protesta. A diario, hay reclamos de los diferentes sectores de la vida del país que piden mejores reivindicaciones para sus representados. Los índices de aprobación política se vinieron al suelo y los gobiernos han tenido que escuchar los reclamos y darle curso a las peticiones ciudadanas.

A la luz del caso brasilero, vale la pena preguntarse ¿qué nos falta? ¿Qué nos inmoviliza? ¿Por qué no logramos eficacia en nuestra protesta?

Fue el aumento del pasaje la chispa que evidenció el descontento en el vecino país. Una decisión sin color político que afectaba a todos por igual. Un reclamo ciudadano ante una medida que afectaba el bolsillo. A partir de allí, la historia es más o menos así: la calle se fue colmando de gente y la respuesta de las autoridades fue reprimir. Cuando rectificaron, ya era tarde. Surgieron los llamados "black bloc", radicales que utilizaban métodos extremos y la violencia se apoderó de la protesta. El reclamo pasó a ser anarquía. Ante esto, el ciudadano se retiró y la calle se apagó.

¿Cambió esto la realidad del brasilero? Para nada. La protesta pasó a ser liderada por organizaciones intermedias. Por eso han sido los gremios, asociaciones profesionales o temáticas las que se han mantenido en pie de lucha. De ahí que los paros se mantengan a diario en el vecino país exigiendo beneficios para sus representados.

Pero cuando en Venezuela se habla de la organización muchos miran con desdén. No se dan cuenta que este gobierno se ha dedicado sistemáticamente a aniquilar a todos los entes organizados. Solo han sobrevivido los estudiantes, algunos partidos políticos y una que otra organización más. ¿Cómo podemos hacer para no dejarlos solos? Maestros, médicos, vecinos, obreros, empleados públicos, policías, periodistas, deben recuperar sus legítimas instancias de representación y canalizar los problemas de sus afiliados.

Ya es hora de entender que la calle sin organización nos deja igual. Que la salida de este gobierno planteada solo como una acción política no tiene convocatoria colectiva. Que si queremos ser escuchados, debemos organizarnos. Es el cambio en la forma de relacionarnos lo que nos hará progresar.

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