Armando Briquet: La enfermedad


"El liderazgo es un compromiso por una idea, un sueño y una visión de lo que puede ser (...) Es hacer lo correcto por educar e inspirar a un electorado, teniendo empatía con el ánimo, las necesidades, los deseos y las aspiraciones de la humanidad". Benazir Bhutto

En tantos ejercicios que se pueden hacer para analizar lo que ocurre en Venezuela en estos momentos, nos encontramos con algunos estudios médicos realizados en 1960 en las salas de leucemia infantil. Antes de comprender y descubrir que la cura, o por lo menos la salvación de los niños en gran parte de los casos, estaba en la combinación de medicamentos, en algunos casos agresivas, pero todas eficientes en la tarea de paliar esta terrible enfermedad. El paradigma se rompió gracias a que la Junta Médica, pese a sus diferencias y reservas, se atrevió a hacerlo.

Pero ya no estamos en los años 60, y las fórmulas que mataban a las democracias parecían ser cosas del pasado, por lo menos en Venezuela. Sabemos que el coctel de medicinas que nos mantiene sanos se llama democracia, que no es un sistema perfecto, pero cuyo principal valor, tal y como señala Felipe González es que otorga al pueblo la posibilidad de sacar a sus gobernantes si éstos lo hacen mal. Y llama al Gobierno en cuestión a rectificar, corregir, tomar las medidas necesarias para que el sistema no colapse.

Quien está en el poder está llamado, si se considera un líder y un gobernante, a convocar a todos los actores en conflicto a dialogar, a consensuar, a trabajar juntos. El liderazgo obliga a generar todas las sinergias en torno al progreso y la paz del país.

Pero el gobierno de Nicolás Maduro se quedó en los métodos antiguos de los años 60, no se considera un líder y ha demostrado que no se encuentra a la altura de las circunstancias que hoy nos consternan a todos. Las precariedades políticas y legales que durante un mes han caracterizado a esta crisis tienen sus síntomas en la calle. Esa misma calle que hace tiempo dejaron de visitar quienes se encerraron en su burocracia y se olvidaron que están ahí para gobernar.

Tenemos a una clase media iracunda de tantos atropellos y a una clase popular apresada del miedo, amenazada si manifiesta su descontento.

Pero la decepción sigue allí, y el deseo de cambio también. Y lo peor que nos pasa es que la inacción del Gobierno también sigue allí.

Lo que a Nicolás y su gobierno le urge entender es que el pueblo necesita espacios de reconocimiento, de convivencia y de expresión. La MUD y los políticos representan a gran parte de los ciudadanos descontentos. Ya es hora que este gobierno trate con seriedad este cáncer. Ya metió la pata, ahora deje de meter la mano.

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