María Auxiliadora Dubuc: Conformar el eje del bien para Latinoamérica


Caracas, 18 de octubre de 2013.- Rescatar el sistema democrático en Venezuela, reconstruir y levantar un país que esta prácticamente en el suelo, es una tarea titánica. Levantar una Nación donde sus ciudadanos puedan vivir en condiciones dignas, tener oportunidades y progresar va a resultar una labor algo cuesta arriba, ante esta dura realidad que se vive tanto a lo interno como a lo externo.

Ahora bien, también entendemos que formamos parte de un entorno más allá de nuestras fronteras, que tenemos como vecinos países hermanos y en muchos casos, nos encontramos unidos por la misma historia. La política exterior es un desafío para cualquier gobernante, sin embargo el régimen venezolano, se encargó de radicalizarla a tal punto de dividir a los países que nos circundan en amigos o enemigos, según los intereses de la revolución.

A través de un discurso agresivo, sus voceros se dirigen ante algunos países de reputación democrática de manera grosera e impositiva, todo lo cual dista mucho del discurso diplomático que debe prevalecer en las relaciones internacionales y paralelamente, muestran marcada preferencia por otros de no tan sólida autonomía o principios demócratas, podríamos decir escasa reputación democrática, privilegiando así relaciones comerciales y económicas con ellos, hipotecando el futuro del país, poniendo en riesgo su propia seguridad económica, agravando la crisis que padecemos los venezolanos, a todas luces una irresponsabilidad sin límites todo lo cual constituye un crimen imperdonable contra los venezolanos.

Hoy en día Venezuela es un país donde la inversión extranjera no siente seguridad jurídica de ningún tipo, por eso los venezolanos vemos como merma y se paraliza, porque el régimen se ha encargado de sembrar y generar una desconfianza enorme en el país, sin poner coto ni remedio alguno a la grave situación económica e inflacionaria desbordada por la que atravesamos en la actualidad. Reconstruir la imagen de Venezuela, ante los ojos del mundo hoy día en la situación en la que nos encontramos, pareciera un proceso difícil, un camino largo y tortuoso que nos veremos obligados a recorrer para poder retomar las sendas de la hermandad y de la buena vecindad y la relación con los demás Estados.

Es aquí donde se pone a prueba la fidelidad a los más altos valores de convivencia internacional, recuperando el respeto por lo que somos realmente y no por lo que regalamos a los demás o por el dinero que tenemos producto de ser un país productor de petróleo. Para ello es fundamental contar con un gobierno serio que se muestre sincero y bondadoso frente al mundo, que sea el reflejo de lo que es su gente, como en realidad somos los venezolanos, gente buena y atenta, generosa y hospitalaria. Un gobierno que le demuestre al mundo que acciona a favor de sus ciudadanos primero, que se ocupa que las necesidades de su pueblo estén cubiertas por encima de todo.

Un Estado que se muestre al mundo como respetuoso del estado de derecho, de la separación orgánica de poderes y de su independencia, de la libertad de expresión y de los derechos humanos, respetando las libertades individuales, su Constitución y que garantice un sistema de justicia para todos por igual. Un Estado que luche contra el narcotráfico, contra la inseguridad y la pobreza, un Gobierno identificado con los principios de paz y cooperación internacional de las Naciones Unidas, interesado en fortalecer la vigencia del derecho internacional por encima de cualquier otra consideración.

Pero es que la situación en general de Latinoamérica es realmente preocupante. Un proyecto absolutamente perverso tiende a propagarse en la región, el mismo que se instaló ya aquí en Venezuela hace unos 15 años, sirviéndose de mecanismos democráticos pero con la finalidad de inocularse en el sistema y destruirlo a como dé lugar; sin miramientos ni escrúpulos de ninguna especie, utiliza la mentira como arma fundamental para lograr sus objetivos, paralizando, desmantelando y así toman el control de todas las instituciones para cumplir con la única intensión de quedarse y “enchufarse” de manera indefinida.

La crisis y violencia imperan en casi todo el sector, la sociedad se polariza, reinan el odio y el rencor, democracias totalitarias o dictaduras democráticas, podríamos llamarlas así, en una suerte de contrasentido e incoherencia incluso de ideales y principios, que confunde socialismo con comunismo. Se vulnera la libertad de expresión de tal modo que opinar contra el gobierno es un delito. Así es como el miedo va poco a poco empoderándose de la población y recorre la región completa, jugando con la conciencia de sus nacionales, manipulando, usando y recordando un pasado triste y doloroso, haciendo crecer la ira y la rabia y evitando de este modo que se produzca la reconciliación.

En mi opinión, se trata del eje del mal, que se alimenta del sufrimiento y la ignorancia de un pueblo que solo sabe de hambre y dolor, que pasa trabajo, que siente y padece y coloca sus esperanzas en quien le ofrece el más mínimo mendrugo conformándose con lo poco y no con lo que por derecho fundamental le corresponde. En este orden de ideas podemos observar como la situación de Venezuela tiende a expandirse por todo el sector y tristemente vemos como crece inexorablemente una crisis de la cual después va a ser muy difícil salir a flote.

La transformación de Latinoamérica comienza con un proceso de recomposición de las relaciones entre los Estados para de este modo conformar una unidad que nos fortalezca, sobre todo en el área educativa a través de una política que tome como propias sus idiosincrasias culturales, tomando en cuenta las necesidades de la región, donde predomine o se privilegie la participación de la sociedad civil. En este proceso de transformación, que los aportes que emanan de la experiencia popular sean tomados en cuenta, sean escuchados e incorporados en las leyes y normas, con respeto a la diversidad cultural, a la lingüística, al género, preferencia sexual o religión, se trata de un proceso de inclusión donde haya igualdad de derechos para todos, donde impere la democratización del conocimiento y la justicia social.

Para ello debemos conformar el eje del bien, uno donde acabemos sinceramente y de corazón con la discriminación, deslastrando el odio y el rencor de los corazones del pueblo y gestar una lucha para erradicar la violencia e implantar el amor y la paz, que triunfe la verdad sobre la mentira y la tranquilidad sobre el miedo, la armonía entre naciones porque llegó la hora del respeto, de los valores y de la verdadera unión de los pueblos de Latinoamérica.

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