Armando Briquet: Presos de su discurso


Caracas, 27 de septiembre de 2013.- Muchas veces, cuando reflexionamos respecto a las causas que produjeron la llegada de la revolución a Venezuela, hemos resumido algunos terremotos que nos condujeron a ese resultado electoral en 1998. Un terremoto político derivado de la crisis de liderazgo y la destrucción de los partidos políticos, la antipolítica en su máximo esplendor. También tuvimos, desde aquel viernes negro de 1983 un terremoto económico: devaluaciones, crisis bancarias, inflación, alzas de precios. Y ni hablar del terremoto social: el Caracazo y esa cicatriz que aún arrastramos en nuestro colectivo.

Durante estos 15 años desde el Gobierno no nos han dejado de repetir estos hechos como los causantes de desmanes y desgracias para nuestro pueblo. Y que ellos, los salvadores revolucionarios, habían llegado al poder para acabar con todo aquello, refundar la República y traer bienestar al país. Y aún intentan usar la misma respuesta de comodín desconociendo que han sido ellos mismos los que han causado mayores desmanes. De los polvos que han levantado estos 15 años es que vienen los lodos que hoy nos impiden vivir tranquilos.

Solo por poner algunos ejemplos que salen a la vista esta semana. En la cárcel de Sabaneta habían 192 niños viviendo y un zoológico, pero ello es culpa de CAP y no de la mala administración y pésima gestión de la ministra de asuntos penitenciarios. 

Van a China a empeñar nuestro presente y futuro. Le entregan a una potencia nuestros recursos naturales, las reservas de nuestros hijos. ¿No equivale ello a acudir al FMI? Para ubicar tal petición en la economía doméstica, que el Gobierno nos diga que regresó con 5 mil millones de dólares en préstamo, es exactamente igual a cuando un amigo, vecino o compañero de trabajo acuden a un prestamista porque la plata no le alcanza. ¿Es esa plata gratis, una donación? En absoluto. Ese dineral que fueron a empeñar la pagaremos estas y otras generaciones.

Tanto nos han nombrado al caos que se transfiguraron y hasta los atrapó. Los irrisorios argumentos que tratan de usar para justificar lo injustificable, nos hacen recordar el cuento del lobo que se usa para amedrentar porque algo catastrófico está por suceder. Tanto han dicho que viene el coco que no se terminan de dar cuenta que lo trajeron ellos mismos.

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