Maracaibo, 16 de noviembre de 2016.- Plantear que una lucha de calle cuerpo a cuerpo con el régimen nos permitirá salir de Nicolás Maduro carece de sentido estratégico y no resulta responsable con la historia y con el país. Tenemos la experiencia de La Salida que fue apoyada por aquellos que legítimamente deseaban un desenlace inmediato y que no fue así. El pueblo resultó más frustrados que al inicio, con jóvenes y líderes en prisión y con el Gobierno en mayor maniobra del control institucional del Estado. Visto que la relación costo beneficio de la calle sin retorno no es favorable, se plantea la incómoda posibilidad de concretar una mesa de diálogo con el Gobierno mediante la intermediación del Vaticano como institución validada por ambas partes. De allí se desatan todos los demonios. Nos declaran como cobardes porque no fuimos a Miraflores, entendiendo ir a Miraflores como marchar, saltar la cerca y sacarles las maletas a las hijas de Chávez y ¡listo! se resolvió el problema. El país necesita más que eso.
Hay quienes consideran un acto de traición sentarse a dialogar con esos del régimen y debo decirles que hoy el diálogo es necesario si queremos buscar una solución a este desastre y que esto no queda aquí, pues al salir de este Gobierno ellos pasarán a ser oposición y seguirán existiendo como fuerza política. Es en ese momento es cuando más nos tendremos que sentar para ver cómo se recupera Venezuela de este entuerto que dejará como legado el madurismo. Es el diálogo la única alternativa que tenemos sin mayores garantías de éxito, pero que incorporada a una intensa acción de calle y protesta como mecanismo de presión, nos genera condiciones menos desiguales que la calle sin retorno. Son ambas cosas. La calle debe verse como medida de presión para obtener el objetivo electoral que todos anhelamos y que debe lucharse desde la mesa de diálogo.
Aspiramos que de esa mesa de diálogo se logre lo que por derecho nos corresponde que es el Referéndum Revocatorio, pero todo indica que si no se rompe la hegemonía de poderes y la cayapa a la AN nada podremos alcanzar. ¿Qué si eso hace todo más largo? Sí ¿Qué si eso es injusto? Sí, ¿pero qué otra opción tenemos? Volvemos al mismo punto. ¿Qué debemos hacer? Luchar por romper ese yugo institucional y desde la calle presionar para que, superado ese escollo, se alcance una salida pacífica a un Gobierno que si se respetará el Estado de derecho, ya no estaría gobernando.
Todos nuestros esfuerzos deben concentrarse en lograr un Poder Electoral más equilibrado, que se deje sin efecto la inaceptable condición de desacato en la cual se tiene a la Asamblea Nacional y que se respete sus dos terceras partes y las competencias que eso implica. No habrá peor castigo para el Gobierno que repetir las elecciones en Amazona y perderlas con mayor contundencia. Lograr eso sería un gran avance en una lucha asimétrica pero necesaria y si eso se logra con un mínimo de consenso para hacer más llevadera la grave crisis de medicina, alimentos y alto costo de la vida, sería menos compleja la situación.
Las salidas milagrosas no existen, o al menos de nosotros no dependen. Las vías constitucionales las secuestraron y en una Venezuela donde los caminos escasean es menester desarticular la hegemonía institucional para poder alcanzar un cambio nacional. Diálogo sin presión de calle, tiene patas cortas. Calle sin diálogo no tiene sentido, pero perder la esperanza en el peor momento de este Gobierno sería la peor de las locuras. ¡Ánimo Venezuela!