Caracas, 02 de junio de 2015.- Nada es verdad, todo es mentira. El gobierno niega la inseguridad, la escasez, la inflación, la pobreza y la corrupción. Ni las invasivas y millonarias campañas propagandísticas, tapan la difícil realidad que vivimos. Hay un cortocircuito entre el discurso oficial y la cotidianidad de la gente.
La burla constante, las excusas diarias, la invención de enemigos imaginarios y el traslado de la culpa a otros por los problemas que padecemos hicieron que la gente dejara de creer ese discurso oficial. La palabra del gobierno, al igual que el bolívar, se ha devaluado a niveles insospechados y provoca frustración, impotencia e indefensión para una ciudadanía que espera respuestas ante la terrible realidad que atraviesa.
Subestiman y ofenden a los venezolanos. Baste tan sólo recordar la penosa declaración del ministro del Interior y Justicia en la que "jura" que la inseguridad está disminuyendo en el país; o cuando Maduro dice que la oposición paga a bandas delictivas para que cometan fechorías; o cuando afirma que la MUD está financiando redes de bachaqueros.
Mientras más cruda y difícil se torna la realidad, más distante de ella está el discurso oficial. No sólo hacen que el pueblo sufra las penurias de un modelo fracasado, sino que además se burlan a punta de mentiras y excusas que no conducen a ninguna parte.
La realidad muestra un sonoro fracaso y desnuda al gobierno. Es hora de que todos estemos unidos en una agenda social y electoral que nos permita darle voz a los defraudados. Una enorme victoria en las elecciones parlamentarias es posible y ese será el inicio de un camino para construir y diseñar una agenda de soluciones a los problemas de la gente. Hoy más que nunca la causa debe ser colectiva.