Caracas, 10 de febrero de 2015.- La crisis económica y la falta de liderazgo, que ha caracterizado el período de Nicolás Maduro, han empujado a Venezuela hacia un peligroso terreno; donde las leyes, la política y la Constitución parecen no ser válidas.
Es muy grave la velocidad con la que marchamos a escenarios arbitrarios, donde quedan de lado los derechos ciudadanos y se impone la irracionalidad. Los eventos que hemos visto los últimos días con los directivos de Farmatodo y la cadena de supermercados Día a Día, o las declaraciones gubernamentales fuera de contexto; son parte de una estrategia peligrosa, para no reconocer la absoluta responsabilidad que tiene el Gobierno en la crisis que atravesamos hoy.
Ante una crisis económica que estaba anunciada por economistas, sindicatos y empresarios, quienes están en el poder, lejos de ofrecer soluciones a la población, apelan a la represión y a perseguir y apresar comerciantes. Resulta absurdo que en vez de atacar la raíz del problema, que es la falta de producción y oferta, ahora el Gobierno pretenda esconder las colas, metiendo a la gente en los sótanos de los Abastos Bicentenario, para que no se vean a la luz pública; como si eso acabara con la mala situación que tenemos.
Y por si fuera poco días atrás sacan una resolución que permite a las autoridades policiales y militares el uso de armas de fuego en manifestaciones civiles; esto, con el único fin de intimidar a la población. Desde los sectores democráticos nos cuesta entender esta intención del Gobierno, de cada vez tensar más la cuerda y aumentar la indignación de la ciudadanía; cuando el interés nacional debería estar puesto en trabajar de forma conjunta, para resolver los problemas que agobian a más del 80% de los venezolanos.
No es a través de la fuerza y la manipulación como saldremos de la crisis, ni se logrará la unidad en nuestro país. El Gobierno debe dejar los cálculos políticos de lado, y tomar las medidas necesarias para enderezar el rumbo de la economía; pues la caída en la popularidad es inocultable y entrar en una deriva autoritaria sólo empeorará el diagnóstico social del país.