Caracas, 25 de agosto de 2013.- En clases de Derecho enseñan que existen mecanismos para que las instituciones del país, entiéndase desde la presidencia de la República, pasando por los tribunales, la policía, hasta llegar a cualquier oficina pública en cualquier rincón, funcionen de acuerdo a lo que establece la Constitución. Es decir, deben funcionar para garantizar derechos y deberes de todos los venezolanos. Son la garantía de cumplir una de las tantas funciones del Estado.
El deber ser señala que las instituciones del país, serán fortalecidas y respetadas, pues el ciudadano acude a ellas ante cualquier situación. Por ejemplo: la comunidad acude a una Alcaldía si hay problemas de asfaltado en su comunidad; vamos a la policía a poner alguna denuncia; vamos a un tribunal cuando queremos hacer valer algún derecho. Son miles las veces que, en nuestra vida ciudadana, acudimos ante el Estado. Son miles también, lastimosamente son las más de las veces, en que nos encontramos en que el funcionario se escuda en el poder de la institución, para pisotear nuestro derecho.
¿Cuántos prefieren no denunciar un delito a la policía por temor a una venganza? Eso es un indicativo que la institución no funciona. ¿Cuántos prefieren ahorrarse un trámite ante una oficina pública porque de antemano saben que no pasará nada? Esa también es una señal de que las cosas no funcionan. El ciudadano está desprotegido.
¿Cuántas veces hemos visto que los diputados de la Asamblea Nacional, escudados en su inmunidad parlamentaria, atropellan y persiguen al que no piensa como ellos? ¿Cuantas veces se ha acudido al TSJ, haciendo el reclamo justo de violaciones a los derechos humanos, y los magistrados responden con el silencio? ¿Cuántas denuncias de corrupción se han presentado ante la Contraloría, pero no hay nadie que las reciba porque no han nombrado un nuevo Contralor? ¿Los derechos de todos los electores se han visto garantizados y respetado por los rectores del CNE? ¿Cuántas veces hemos escuchado a quienes gobiernan amenazar y confrontar con el contrario, sin que ocurriera nada que los sancionara?
Lo que ocurre hoy en día con Globovisión es un ejemplo de ello. Hace semanas Maduro y otros ministros criticaban al canal, y semanas después se fue acabando, poco a poco, la amenaza que para ellos representaba. Nuevamente, ante esto, el ciudadano se ve disminuido.
Las instituciones son la barrera que tenemos para defendernos de los abusos de los poderosos. No pueden convertirse en un arma de persecución contra el que piensa y actúa distinto a ellos.
Si queremos luchar para enfrentar y sacar al país de esta crisis que vivimos, comencemos por fortalecer las barreras que nos defienden de los abusos del poder.