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Caracas, 16 de agosto de 2013.- Una cochinera. Eso fue nuestra sesión de la Asamblea Nacional del pasado martes 13 de agosto. Probablemente el guionista no contaba con que sus malos actores le destrozaran la historia que han venido montando, con las indiscreciones cometidas gracias al pensamiento cavernícola y reaccionario que les acompaña.

El guión que montaron tiene doble intención, y ello más claro no puede estar: quieren darle poderes especiales, a través de leyes para seguir reteniendo el poder, a quien no fue capaz de conquistar votos, y no ha sido capaz de gobernar ni los primeros cien días sin ahorcar el bolsillo del venezolano. Pero en el camino se quiere llevar por el medio a los políticos, su mayor obstáculo en la consolidación de la destrucción del país que quiere Nicolás hacer. 

A los políticos, sí. A quienes por años han dedicado su voz para denunciar y defender las causas justas, a quienes por años han trabajado en la construcción de una alternativa que hoy es mayoría en el país. A quienes más temprano que tarde gobernarán Venezuela, por más que les duela a los atroces. 

Estos socialistas, los reyes del embudo, como ya han destrozado todo ahora quieren destrozar a la política en el país. Y como son piratas para todo nos vienen con una mala copia de Escobar adaptado a Venezuela en el siglo XXI. Porque, dicho sea de paso esa serie no se consigue en su versión original en Venezuela, es decir, los reyes de la piratería compraron sus discos quemados y se embelesaron de tal manera con el personaje que montaron toda esta trama. 

Son tan miopes e irresponsables que además le suben el volumen a una historia traumática para nuestro hermano país Colombia y a una serie cuyo objetivo es evitar que se repita tal desgracia. 

Como si ya no fuera suficientemente dramática la vida en Venezuela, el día a día del pueblo, indignamente tratado, arman esta tramoya pensando que así pueden bloquear lo inminente. Lamento que no se les pueda consentir ese deseo. Por si no se han dado cuenta, ya el pueblo se cansó de su ineficiencia, de los seres miserables que le gobiernan y pide un cambio. Ningún montaje podrá callar ese grito que sentimos y vemos todos, y que el 8 de diciembre se expresará, como siempre, en las urnas electorales, en la voluntad popular, en el voto.