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Caracas, 11 de agosto de 2013.- Probablemente parezcan inmodestas estas líneas pero vale la pena dedicar este espacio para hacer un reconocimiento a la labor de los que hacen política en nuestro país, especialmente en estos tiempos donde se convive con un gobierno que no tiene el más mínimo interés en esconder su intención de acabar con quien piensa distinto.

Todos hemos escuchado alguna vez en la calle, en los medios de comunicación, en las conversaciones de los vecinos, que la política en Venezuela y el que la practica, tiene consigo una marca peyorativa imborrable.

Cada quien tendrá su razón para pensarlo. Quizás por la actuación de quien concibe la política como un mecanismo para obtener un beneficio personal y satisfacer las ansias de poder. Ocurre igual con quien tiene una mala experiencia con cualquier otro ejercicio profesional. Se tiende a generalizar. 

Pero en el caso de los políticos, además es una herencia de la sombra de la anti política que nos ha amenazado constantemente en nuestra historia contemporánea. Hagamos una aclaratoria al respecto.

Empecemos por entender que la política tiene que ser vista como una profesión, un modo de ver la vida, una herramienta, para brindarle a la mayoría los más grandes beneficios. La política, como pocos oficios, da la posibilidad de tocar la vida de los ciudadanos para ayudarlos a transformarla. La política, bien entendida, practicada con responsabilidad, es una profesión muy gratificante, un ejemplo de vocación de servicio. Hoy, hacer política en Venezuela se ha convertido, además en un gran orgullo, pero una peligrosa tarea. 

El político venezolano de estos tiempos, tiene el reto diario de darle a los venezolanos la posibilidad de vivir mejor, procurar el respeto y la garantía de los derechos de todos, demostrar que trabajar por el que más lo necesita vale la pena, y que la democracia y la libertad se defienden frente a quien sea y en el terreno que sea. Al mismo tiempo tiene que luchar contra un gobierno con pretensiones totalitarias, que persigue, reprime a la disidencia, que condena la crítica, acosa inescrupulosamente, que corta los espacios de opinión, que abusa del poder, controla todos los poderes del Estado. 

Sepamos distinguir el político que tiene como único norte el beneficio del ciudadano, del que busca acumular poder y ambición. Tengamos muy clara esa diferencia. Sepamos valorar el sacrificio y el compromiso.

En el pasado, una crisis general marcó el inicio de un sinfín de episodios que nos han llevado hasta aquí. No permitamos que desmerecer el oficio del político marque la historia de nuestro país. Hemos construido mucho, juntos, falta muy poco para la meta final. ¡Sigamos juntos!