Armando Briquet: Realismo sin magia


Caracas, 01 de febrero de 2015.- Esta semana no hubo buenas noticias para el continente. Según un informe de la Cepal hay 167 millones de latinoamericanos que viven en la pobreza hoy por hoy. Resulta alarmante observar realidades como estas en nuestros días, luego de haber vivido años de bonanza económica, cambios de gobierno, nuevas políticas. Las deudas siguen siendo las mismas.

Nuestro país tiene niveles de pobreza similares a los que teníamos en 1998. Después de diez años de boom económico, uno de los indicadores de progreso de un país continúa reflejando números rojos. El estudio revela que la caída del poder adquisitivo del ingreso per cápita es lo que ha hecho de la pobreza, y aún peor, la indigencia, se mantengan en esos niveles. Y es allí donde quisiera detenerme, pues si incluimos más variables quizás los números serían aún peor.

Los gobiernos tienen una misión inalterable y en nuestros tiempos debe ser impostergable: brindarle a su pueblo calidad de vida. De allí que cada gobierno, de acuerdo a sus ideologías y procederes, generen las condiciones apropiadas para que cada ciudadano desarrolle sus capacidades y brindarle a los que menos tienen el apoyo necesario para su desarrollo. Acceso a los servicios básicos, una educación de calidad, una vivienda consolidada, seguridad personal, acceso a los servicios de salud, son algunas de las responsabilidades de los gobierno. De más está decir que el nuestro está en deuda con los venezolanos.

En nuestros países, ¿cuántos niños aún permanecen fuera del sistema escolar? ¿Cuántas viviendas aún son de cartón o latón haciendo de la vida de quienes allí sobreviven sea vulnerable? ¿Cuántos son los que no cuentan con un empleo formal? ¿De cuánto es el déficit de funcionarios policiales por cada habitante? ¿Cuántos hospitales a medio funcionar hay aún en muchas comunidades, siendo estos los únicos accesos a la salud que tienen? Hay muchas más preguntas a las que se nos debe la respuesta, y que seguramente darán luces del trabajo que aún queda por hacer en nuestros países.

Por estos días Graciela Soriano advertía que en estos tiempos es importante detenerse a pensar antes de actuar, pues sin reflexión no hay acción acertada. Su mensaje me parece más que oportuno. Es una obligación para el liderazgo venezolano y del continente leer esas palabras. Venezuela y toda la región necesitan ser pensadas para actuar conforme a una visión colectiva que nos lleve a superar de una vez por todas, los problemas que aún arrastramos desde hace varios siglos.

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