Caracas, 28 de septiembre de 2014.- Por un lado las noticias: cierra la fábrica de detergente para el hogar y ropa. Por otro lado recibes un mensaje: hay desodorante y pañales en la farmacia, eso sí, hay bastante cola. Sigues revisando y una aerolínea reduce su frecuencia de vuelos mientras otra colapsa vendiendo boletos a precios más económicos. El mismo día un familiar te escribe que tiene problemas para conseguir un medicamento que necesita, que por favor en cualquier farmacia que te tropieces preguntes si hay. Estas situaciones podrían recrear perfectamente un día cualquiera en Venezuela. Podríamos agregarle un segmento especial para los servicios: no hay agua, se va la luz por horas y el gas es otro calvario. Pero ese tema da para un artículo más y los caracteres los tenemos contados.
En todo caso, así más o menos están siendo nuestros días. Por eso no resulta sino gracioso oír a un ministro de este gobierno utilizando el verbo normalizar en una oración. ¿Normalizar qué? ¿El caos al que nos somete el gobierno a los venezolanos? ¿Normalizar la precariedad? ¿Cuál es la normalidad? Mientras regalan más y más dinero al exterior los venezolanos seguimos padeciendo problemas graves causados por la asfixia del Estado a la producción, a la importación, al emprendimiento, al futuro.
La normalización para Maduro y su gobierno son empresas de maletín que se llevan cientos de millones de dólares del país sin que nadie investigue nada. La normalización es el quiebre de cualquier actividad económica que implique éxito y bienestar para el país. Normalización es incorporar a la vida diaria del venezolano la angustia de no saber cuáles de las cosas que necesitas vas a conseguir. La normalización para el gobierno es un sistema de salud por el piso, con enfermedades en aumento, sin medicinas, ni camas para ser atendidos. La normalización según el gobierno es convivir con la violencia diaria golpeando a todas las familias. La normalización para el gobierno es tomar la justicia como venganza para quien piensa distinto.
Esta no es la vida que nos merecemos, y el país que queremos y aspiramos evidentemente no guarda ninguna relación con el que vivimos ahora y mucho menos con el que dibuja el gobierno nacional cada vez que dan una declaración o toman una decisión.
No podemos permitir que esto se nos convierta en la normalidad y nos acostumbremos, que entremos en un espiral de desgaste por los mismos problemas y agobios y no seamos capaces de reflexionar y reaccionar frente a los problemas que nos afectan a todos. Lo que vivimos no es normal, y no se puede seguir viviendo así.